Recientemente leí en eleconomista.es un artículo sobre el cambio que el mundo laboral está experimentando y experimentará en los próximos años.
Uno de los datos que me llamó la atención era el aumento de la oferta de personas “no contratables”, graduadas en materias no demandadas, mientras incrementa la demanda de profesionales cuya oferta escasea así como de profesiones que ni siquiera existen todavía.
Al mismo tiempo, la separación entre el mundo laboral y la universidad se ensanchará todavía más, como un choque entre la flexibilidad y el dinamismo y un sistema educativo endogámico y difícilmente penetrable.
Somos la generación más preparada de la historia, donde más del 56% de nosotros posee un título universitario, sin embargo carecemos de las habilidades, lenguas, y experiencia cada vez más demandadas por los departamentos de recursos humanos de las empresas.
Así, por un lado, nuestra estancada y vieja Universidad, esa que sigue premiando la memoria, donde todos somos iguales y donde las oportunidades de especialización son mínimas; un sistema educativo que no nos deja descubrir que es lo que realmente nos gusta, porque no nos da la oportunidad de probar, de experimentar, de practicar y de fallar.
Y al otro lado del río, un desconocido y tenebroso mundo laboral, donde ya no te vale lo que “chapaste” ni lo que dejaste de “chapar”, sales ahí fuera y te encuentras totalmente out de tu zona de confort. Y al llegar a tu primer trabajo, ese que supuestamente está relacionado con lo que estudiaste, te das cuenta de que lo que has aprendido, o como lo has aprendido no te sirve para nada.
Pues ahí en el medio del río estamos tú y yo. Con un título de graduado bajo el brazo y un montón de recuerdos en la mochila: en la cafetería, en la biblio o en el campus. Recuerdos de esos que llaman los mejores años de tu vida y que no olvidarás nunca.
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Pero entonces llega alguien que te pregunta la pregunta del millón:
– ¿Y ahora qué? ¿Qué vas a hacer cuando acabes?
-¿Yo?, ¡Yo buscar trabajo de lo mío!
Pero, ¿qué es lo tuyo? Eres historiador porque has estudiado historia, o lo que sea que tu título ponga: politólogo, economista, jurista, filólogo… Lo tuyo es aquella ley, aquella teoría que te estudiaste para el examen y que ahora ya apenas recuerdas (?) Aquella carrera que con 17 añitos decidiste estudiar, sin saber ni siquiera bien de que se trataba (?)
En estos dos últimos años, me he dado cuenta de que la carrera que estudiamos no tiene porqué predestinar nuestro futuro. Y que lo tuyo es lo que coges de aquí y de allá, de ese libro que leíste, esa persona que te influyó, ese viaje, ese profesor que dijo aquello en clase, eso que te ilusiono aunque hayas fallado… Esa experiencia que te cambió la manera de verlo todo. Y poco a poco diferentes experiencias, que te hacen conocerte y conocer a otra gente que te da otro punto de vista. Gente que después decide juntarse, y sacando de aquí y de allí, de lo tuyo y de lo mío, de aquella idea loca, crearán lo nuestro, nuestro proyecto. Igual que Apple, en un garaje.
Pero antes hay que atreverse, atreverse a salir de la autopista y cortando poco a poco las altas hierbas, los obstáculos y confiando paso a paso en que algún día tome forma, ir construyendo otro camino: el tuyo.
Ana Rubido, Santiago de Compostela